martes, 2 de abril de 2013

Las grandes aventuras las sueñan los locos....

.... las hacen los heroes y las disfrutan los cuerdos". Con ligeras variantes el dicho sirve para explicar la combinación de audacia que es necesaria para las grandes aventuras.
Desde que era un niño se daba por sentado que luego de la llegada del hombre a la Luna, hace ya casi 44 años, seguiría rápidamente Marte. La ignorancia de lo que implica permite la simplificación de asumir que un logro es solo "un poco mas de lo otro".
La realidad es que el desafío es por una multitud de razones astronómicas, técnicas, económicas y antropológicas vastamente fuera de la escala de lo que nuestro estado del arte puede proveer, incluso con el crecimiento exponencial en todos esos aspectos durante el tiempo transcurrido.
Siguiendo una pista bibliográfica para otro tema me tropecé el otro día con un paper publicado por el IEEE denominado "Analisis de Factibilidad para una misión tripulada a Marte utilizando trayectoria libre en el 2018" ("Feasibility Analysis for a Manned Mars Free-Return Mission in 2018") donde se proponen algunos enfoques audaces, que conducen a algunas simplificaciones notorias de la misión y por lo tanto la hacen viable con tecnología presente.
El artículo expone en detalle los diferentes aspectos e hipótesis tomadas, pero en resumen se puede decir que lo que termina marcando la diferencia son un puñado de factores.
La primera es limitar la cantidad de personas a dos y aceptar un nivel de riesgo mucho mas alto que el que ha sido habitual en la NASA en el planeamiento de sus misiones (y que a pesar de eso condujo al menos a tres accidentes fatales y la epopeya de la Apolo XIII que casi lo fué también). El segundo factor es limitar drásticamente las comodidades de la tripulación a lo absolutamente esencial, lo que reduce drásticamente lo que es necesario llevar y el espacio vital que hay que proveer.
El tercer factor consiste en admitir que el objetivo no es descender en Marte sino sobrevolarlo, lo que reduce la complejidad de la misión y (drásticamente) el tamaño del equipo necesario.
El cuarto factor decisivo es utilizar un tipo especial de trayectoria denominada "trayectoria libre" que la mecánica orbital hace que ocurra un par de veces cada 15 años; en esta trayectoria no solo el consumo de energía es mínimo sino además la duración de la misión es de un poco menos de año y medio entre ida y vuelta, comparado con cualquier otra alternativa que tomaría mas de 2 años o incluso mas probablemente de  3 a 5 años. Los experimentos tipo Bioesfera II, MARTE-500, expediciones antárticas y permanencias prolongadas en estaciones espaciales ISS y predecesoras son los únicos antecedentes de ejercicios comparables de aislamiento de personas.
Hay incógnitas aún en este escenario, la cohetería a utilizar no será la habitual de la NASA (quien participa en un rol de consultor) y se asume que el vector privado Dragón de la compañia privada SpaceX le dará la talla para semejante misión (este vector no ha hecho aún ni su vuelo inaugural en misiones mas simples); la segunda gran incógnita es como se manejará la velocidad de reingreso siendo esta muy superior a cualquiera experimentada en el pasado por cualquier nave tripulada o no. El financiamiento se espera pueda provenir de iniciativas privadas, aunque el involucramiento de NASA sugiere que bajo alguna figura cierta proporción provendrá de fuentes públicas. Finalmente todo esto tiene que ocurrir en tiempos muy cortos, para aprovechar la ventana de lanzamiento a comienzos del 2018.
El único tema que no se plantea en el trabajo es si habrá voluntarios calificados para semejante misión que acepten viajar bajo semejantes riesgos; el silencio parece asumir que si.


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